lunes, 7 de diciembre de 2009

11/09/01: el día de la luz.



El 11 de septiembre de 2001, fue un día muy importante tanto para los Estados Unidos como para el mundo entero, no solo por las miles de victimas mortales que ocasionó el atentado a las torres gemelas y el pentágono, sino también porque recordamos con este suceso, los muchos atentados terroristas que el mundo ha debido soportar, recordamos con esto, toda la miseria, el dolor y la muerte que existen en cada rincón del planeta. Murieron muchos hombres y mujeres inocentes ese fatídico martes de septiembre, sin embargo no podemos olvidar que muchas otras personas inocentes mueren a diario en el mundo y que aunque estas no se encuentran en el foco de los medios, existen y sufren en silencio. Esto es lo que muestra la película 11/09/01 el día que cambió el mundo, de allí que este sea un material tan importante para comprender lo crucial que fue ese día, portando la mirada de diversos lugares del planeta, sobre el dolor norteamericano.


Teniendo en cuenta la historia de los Estados Unidos y lo que representa este país en el funcionamiento actual del mundo, es interesante lo que estos once directores de cine de países como Francia, Egipto, Irán, Burkina faso, México, Reino Unido, Japón, India y los Estados Unidos, entre otros, muestran de sus impresiones y reflexiones acerca de este terrible acontecimiento. Para tomar un ejemplo concreto, me interesaré en el cortometraje de Sean Penn (estadounidense) el cual nos muestra, a grosso modo, la historia de un hombre viejo que tras vivir en un mundo de fantasía, donde cree estar con su esposa, descubre justo el martes 11 de septiembre de 2001, que ella existe nada más en su imaginación.


Este corto me parece significativo para abordar dos temas: en un primer lugar, el tema del puesto de los civiles en estas situaciones de conflicto, y por otro lado, la analogía que se puede encontrar entre la historia narrada y la nueva historia que viven los estadounidenses a partir del 11 de septiembre de 2001.


Este corto, nos muestra a un hombre de edad avanzada que vive solo en una pequeña y oscura casa. Este hombre, se la pasa viendo televisión y hablando con su esposa ausente. Él cree vivir con ella, haciéndola existir por medio de su ropa, ropa que él escoge cuidadosamente cada mañana y extiende sobre la cama como vistiéndola. Un día, el día en que las torres se van abajo, él no se da cuenta de la tragedia que se vive a fuera. Lo que él encuentra ese día es que la luz entra, por primera vez, por su ventana, y ve cómo las flores marchitas que conserva de su mujer, florecen. En esta historia, el anciano representa al pueblo estadounidense, a los civiles, a la gente del común que tal vez no se interesa por la guerra, ni por ser una potencia económica y que mucho menos entiende de una guerra santa. Esa gente solo quiere vivir libremente, hallarse entre las sombras de tanta opulencia, entre alfombras rojas y limosinas, existir en una atmósfera de juegos de televisión, de “Top show”y de apariencias, poder ser individuos en una economía de masas, en un país que pregona poder y bienestar y donde 30.000 personas se suicidan cada año. Este anciano nos permite ver a toda la gente inocente de ese país, a esa gente que va a destiempo con el desarrollo, a los hombres y mujeres que sufren el odio que otros sienten por su país, civiles alejados de la guerra, que ríen, sueñan y sufren como cualquier otro ser humano. Normalmente, y eso es lo que se ve a lo largo de toda la película con los otros cortometrajes, es este tipo de gente quien más se ve afectado en los momentos de conflicto, son los civiles quienes pagan más caro el precio de la guerra.


En un segundo lugar, este trabajo cinematográfico nos presenta claramente una analogía entre esta historia del anciano y la historia que se escribió para los norteamericanos el día en que las torres fueron derribadas. En la historia narrada, el viejo se queja por la poca luz que entra a su casa y se compara en un momento con las flores marchitas de su esposa diciendo que tanto ellas como él, necesitan luz para “despertar”. Y eso fue lo que pasó. Cuando él se encuentra en penumbras vive una fantasía, pero en el momento en que las torres caen, dejando al descubierto los rayos del sol que por años le han sido negados, este entiende su realidad, su triste realidad. Abre los ojos y ya con luz le es imposible no ver, así que descubre que su mujer no está, que nunca ha estado y llora su ausencia. Esto fue exactamente lo mismo que pasó en las mentes de los estadounidenses al ver cómo el emblema del poder norteamericano se venía abajo. Las torres gemelas, eran el símbolo del poder económico y político de los Estados Unidos de Norteamérica, el orgullo de su imperio, el que representaba su grandeza.


Y aquí tenemos la semejanza. Hasta ese día, el pueblo norteamericano, que ha vivido por años a la sombra de la grandeza de su país, que ha mirado impávido cómo sus gobiernos destruyen países enteros, descubre su verdad de la misma manera que el anciano. En ese momento, el 11 de septiembre de 2001, tras haberse derrumbado esa insignia que los mantenía abrigados, reconocen que no son invencibles y tienen a partir de este momento la luz suficiente para ver lo que pasa a su alrededor, para despertar y darse cuenta de lo que han creado (como pueblo que elige a sus representantes, por ende responsables de las políticas de gobierno expansionista y guerrerista implantadas por años en su país), ven el odio que han engendrado y sienten el dolor de la guerra.


Los otros cortometrajes que se encuentran en la película me parecen muy interesantes en tanto que muestran la mirada de otras culturas sobre los acontecimientos, dejándonos ver cómo muchos países que sufren día a día la desgracia de la guerra y el terrorismo, (guerras muchas veces alentadas por los Estados Unidos) paran un momento de su vida, para sufrir con ellos, para aprovechar y gritarle al mundo, así sean gritos sordos, que ellos también sufren. Aun así, escogí el cortometraje de Sean Penn, (corto que tocó muchas fibras en mí) porque es indispensable conocer lo que se vivió desde el interior y este trabajo lo muestra de una manera maravillosa.



Como dije anteriormente, con esta película se nos hace participes de las reflexiones de unos muy buenos directores, reflexiones que ante todo, nos dejan unas grandes inquietudes y por otra parte, nos abren la mente a través del arte y nos ayudan a dilucidar algunas conclusiones. Esperemos que no hagan falta más actos terroristas para que, los estadounidenses o nosotros mismos como colombianos, comprendamos que, como dijo Salvador Allende: “La historia la hacen los pueblos.” y somos nosotros los responsables de nuestros gobiernos.



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